Los príncipes (incluso papas) tenían bufones y amantes.También compraban pintores. Los señores feudales compraban siervos y guerreros. Cuando los siervos produjeron más de lo que los señores necesitaban para guerrear, las amantes obtuvieron sus castillos con pintores incluidos. A veces los pintores fueron amantes de los señores feudales o de sus mujeres. Las grandes iglesias y los enormes castillos y palacios fueron un reservorio de piezas de arte. El tiempo fue seleccionando valores, y así el mundo occidental y cristiano formó su fondo cultural. A partir de la decadencia de las clases dominantes, con la caída de las casas reales y demás lujos que se daba la civilización llega el momento crucial de la historia del arte, es el momento en que los pintores sin protección económica se convierten en obreros a destajo. Algunos tuvieron suerte y sus obras se vendieron caras, pero claro que muchos años después de la muerte del autor. Con el crecimiento de la burguiesía nacida al amparo de la revolución industrail comienza a manifestarse un nuevo interés por la posesión de obras artísticas. Las clases pudientes se interesan con mayor o menor grado de snobismo, vale decir sine nobilitate, por la posesión de las obras de los pintores de moda, que pueden o no ser buenos. Aparece el oficio del marchand que se dedica a convencer al público de los valores de las telas que cuelgan de sus clavos, convirtiéndose el arte en mercancía o en un plato de guiso que consume el artista en pago por su obra.
La siguiente etapa transcurre cuando el marchand cobrando una comisión vende las piezas de arte de quienes desean desprenderse de ellas, que suelen ser las tristes viudas del guerrero. Se ha creado lo que en economía se llama mercado de arte. Y surgen las paradojas: en las casas de gente muy (pero muy) adinerada o en el espacioso lobby de algún banco comercial puede encontrarse un Juanito Laguna del gran maestro Antonio Berni, comunista a carta cabal, que pintó siempre para reclamar por un nuevo orden social al que los dueños del cuadro se opusieron con uñas, dientes y billeteras.. Alguna vez veremos el Guernica de Picasso en el palacio de un gobernante déspota y ladrón, como hay muchos. Hace ya unas décadas el mercado de las artes plásticas se popularizó entre los que tienen plata para invertir, que compran oro, o petróleo, o soja (ese yuyito), o derivados de hipotecas. Sería interesante conocer el listado de obras que cuelgan de las paredes del que fué Bearns Stern, Lehman, WuMu, o similares. Hace bien Damien Hirst, él quiere ganar plata legalmente. Y se ríe con fina ironía de la estupidez humana.
Hungry? Eat the Rich: de “indignados” a occupiers
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La recién pasada década que aperturó el siglo XXI, y la actual, serán
probablemente recordadas por las generaciones presentes y sucesivas, entre
otras razo...
Hace 13 años