viernes, 18 de diciembre de 2009

DROGA Y ARMAS

miércoles, 16 de diciembre de 2009

domingo, 13 de diciembre de 2009

EL USO POLITICO DEL DOLOR

Daniel E. Herrendorf

"...os arrojaré a una tierra que no habéis conocido"
Jeremías 16, 13


class="gl_align_full"Universidades privadas organizaron un seminario sobre Violencia, precisamente en una época en que el uso inorgánico de la fuerza parece una forma de redención.
El suceso es capaz de muchos análisis, pero el evento demuestra un reflejo lúcido.
En general concebimos un proceso histórico sin más atrevimientos que los que pueden ser constitutivos de la naturaleza humana.
Hasta la bestia que devora la presencia insolente de un par que perturba a la cría, responde cabalmente a su dios. Esa violencia parece útil siempre que el instinto la torna imprescindible para seguir andando por la vida sin comprometer la descendencia.
Pero hay una forma impostada, ortopédica de la violencia, hecha de gestos practicados y concebida en términos de negociación con fines calculados y artillerías adecuadas al efecto.
Se pone en marcha sin medición de consecuencias y en general reemplaza cualquier práctica civilizada que llevaría, sin tanto costo humano, al mismo resultado: se trata de la violencia inútil, del certero aguijonazo del escorpión que, sin motivo alguno más que su propia sed de sangre, escama y envenena la piel endurecida de la rana y se ahoga con ella.

“¿QUÉ VAMOS A SACRIFICAR?...”
Con la violencia inútil empieza otra historia. Es acaso la historia que sabemos, la de la vida injusta y triste, que es la vida de todos y de cada uno de los hombres.
Dios es dispar, porque, ¿cuál es la exigencia primera, el primer desasosiego que le impone Dios a Abraham? Le pide que sacrifique a su hijo, que lo mate: que ejecute el acto más violento de los imaginables.
Isaac preguntará, camino de la piedra del puñal y de la sangre, lleno de desaciertos: “¿Pero qué vamos a sacrificar, papá, si no llevamos un cordero?”.
La humanidad ha confesado su primera herida, la más profunda: la imposibilidad de concebir a un Dios enteramente amoroso.
Es la historia que repite los dolores amargos de Caín, que cíclicamente levanta la piedra del fratricidio. Abel lo mira desde un eternidad hueca, y acaso lo perdona. Pero Barylco -todavía hoy- se pregunta ¿Por qué no podemos ser felices, Abel?.
La dimensión de la culpa es demasiado vasta y no se puede decir.

EL USO POLÍTICO DEL DOLOR DEL OTRO
La inmolación es un incendio de lenguaje, porque todo deterioro de la vida es una licuación de la palabra.
Lo violento es lo que no puede hablar.
La historia de la dignidad es la crónica de un intento solo: poner en un discurso ordenado lo que produce escándalo de lenguaje, lo que, a primera vista, no se puede decir para no dañar la estirpe propia.
Por eso Camus escribía, aunque sea, para dejar un recuerdo de la injusticia, “de la peste que se fue quedando en los placares, en los rincones de la casa, entre las sábanas, y un día...”
No obstante, la historia social muestra significativos instantes de lucidez: son momentos en que los hombres se detienen para ponerle un nombre a la violencia, a la insensatez y a la persecución por causa de justicia. Y además, para intentar una lógica frontal de la vida que sirva para ordenar de nuevo la belleza, el derecho, la tranquilidad, la descendencia.
La discusión está lejos de la violencia desesperada de quien se manifiesta agresivamente porque requiere atención social: ese individuo está asistido por sus propias necesidades, y su agresividad es atendible.
Lo que no se puede tolerar es que se comercialice con el sufrimiento del “otro”, que se utilice la menesterosidad de muchos para obtener beneficios políticos, porque las almas manoseadas se confunden: desde la tontería solemne hasta la especulación política acorralan el problema social y lo transfieren a la escena de una farsa hecha con palabras incendiarias: para los profesionales del gesto adusto y escandalizado, el único reflejo posible es el grito de opereta.

UN POCO DE LUCIDEZ
El próximo estallido debe ser un acto de civilización.
Nada detiene a la lucidez, nada la dispersa. Asumida en su propia preservación, la sociedad aprenderá a cuidarse a sí misma.
Por eso debería preocuparse el terror y la farsa del terror si su poder es solamente la fuerza bruta. Con un alma bien equipada se puede resistir hasta el fin.
La inteligencia política se demuestra en formas orgánicas de preservar a la sociedad estatal: todas las democracias tienen formas estructurales de resolver problemas sociales sin desmedro de la paz interior. El problema no es que haya manifestaciones agresivas: lo sería si el sistema político no tuviera formas de encarar esas manifestaciones.
La Argentina tiene un historia cargada de atrocidades. Nadie en su sano juicio puede suponer que la violencia conduce a ninguna parte. Por eso existen las instituciones: para transformar las tensiones sociales en normas jurídicas, es decir, para evaluar el dolor social y calmarlo para siempre.
En todo caso, no importa tanto que Dios, omnisciente y cruel en esa hora, haya exigido el sacrificio del primogénito: importa, sí, que no haya sido más que una prueba ilustre y que en el momento exacto del martirio una mano más fuerte que la suya detuviera la de Abraham para evitar el filicidio.

ACABO DE LLEGAR.

En realidad siempre estoy llegando.
Y cuando Uds. lleguen me encontrarán aquí, o en otra parte pero cerca.
Nunca me detengo, en realidad siempre estoy yendo.
Detenerse es dejar pasar el tiempo, moverse es despertar el tiempo adormecido.
Al fin y al cabo, adormecerse no está tan mal, pero por esas costumbres repetidas y transmitidas desde que los abuelos eran jóvenes, no hay que quedarse dormido.
Salvo cuando te mandaban a dormir, y uno no quería cerrar los ojos. Vale decir, dormirse no está bien, pero no hay que querer no dormirse.
Esto es lo que hace a la vida incomprensible. Casi todo lo que me gusta y divierte si no está prohibido, al menos está mal visto.

Jorge

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