Hace 20 años la Organización Internacional de las Naciones Unidas estableció el 1º de diciembre como "Dia Internacional de lucha contra el SIDA" . Este flagelo cuyas víctimas son hombres, mujeres y niños de todas las razas que viven en todos los continentes y pertenecen a todas las clases sociales, ha cobrado desde su aparición más vidas que las que produjeron las grandes guerras, los grandes terremotos, las mayores inundaciones.
No hay cura, pero cada vez hay mayores esperanzas basadas en los descubrimientos que la ciencia vá produciendo, aplicando y analizando sus resultados. No hay magia, solamente la constancia del portador de HIV siguiendo el complicado tratamiento, la comprensión y apoyo de las familias y grupos de amigos, soporte por parte del mádico tratante, e información acerca de los avances de la lucha contra el mal del Siglo XX, que sigue castigando a la humanidad en el XXI
Hay que atender a los enfermos sin olvidar la tarea de prevención, mediante la educación sexual destinada a los sanos, a los que deben y pueden protegerse sin permitirse indulgencias propias del "a mí no me vá a pasar". En las garras del SIDA han caído muchos analfabetos, habitantes de países muy pobres, gente de bajo nivel educacional, pero también se cuentan por millares las personas educadas, de buen nivel económico, con amplio acceso a la información.
La educación sexual no es pornografía, es una necesidad moral y ética para evitar la absurda pérdida de vidas que genera la indiferencia, la negligencia, o la ignorancia de la realidad. El que se espanta viendo que se reparten condones gratuita y masivamente puede curarse de su espanto si asiste a cualquiera de los hospitales públicos donde se trata el SIDA y vea cómo la enfermedad destruye vidas. Eso es lo espantoso.!
La ciencia avanza, y en ella hay que poner toda la esperanza. La lucha ciudadana debe plantearse sobre la necesidad de que los científicos, sus instituciones y laboratorios no olviden que el objetivo que se busca es curar la enfermedad independientemente del beneficio económico que los laboratorios puedan llegar a obtener. Primero las vidas humanas, y después los dividendos.
Mucho me temo que la pelea contra los intereses creados pueda llegar a ser más cruenta que la necesaria guerra contra el SIDA. Allí estaremos, sin miedo a la libertad.