Haciendo gala de elegancia y profesionalidad Ricardo dice:
El trabajo del actor es seducir, convencer y ser creíble. El trabajo del político es similar: en campaña o en ejercicio del poder es un actor que, supuestamente, no está representando una ficción. Sin considerar el contenido de lo que dicen los profesionales de la política, este comentario está enfocado desde el punto de vista actoral: imagen, estilo, gestualidad, expresividad física y vocal, carisma y credibilidad. Téngase en cuenta que se trata de una evaluación técnica, no ética ni ideológica. Esta primera nota se dedica, con todo respeto, a quien es actualmente la estrella política con más presencia mediática:
No es apuesto. Su figura y sus movimientos no son elegantes. De sus ojos, lo que más llama la atención es la mirada, no por profunda sino por diversificada. La voz es su falla más evidente en las disertaciones ante audiencias masivas. En esas circunstancias suele generar una emisión en la que aparecen los vulgarmente llamados "gallitos", fenómeno contraproducente que se acentúa cuando surgen estados emocionales de indignación y enojo. Los momentos de iracundia sin "gallitos" son más convincentes, aunque la entonación suele ser algo monocorde, con pocos matices, pero la agitación, el movimiento de las manos, el rojo de la ebullición sanguínea en las mejillas y algún mechón de pelo que se derrama sobre la frente producen un efecto persuasivo.
En apariciones públicas dentro de ámbitos cerrados y reducidos, su voz es aceptable a pesar de una pronunciación fácilmente caricaturizable para los humoristas profesionales. Sin embargo, cuando actúa con mesura, sin estridencias, aporta un matiz de serenidad y equilibrio vocal y gestual. Debería eliminar cierta risita canyengue con la que apoya sus propios chistes e ironías. Se desempeña muy bien al mezclarse con la gente común que se acerca a él para alentarlo, felicitarlo y manifestarle su adhesión; en esas situaciones desarrolla una simpática informalidad. También se desenvuelve con soltura y humor en sus encuentros con movileros que lo aprecian, como los muchachos de "Caiga quien caiga", por ejemplo. Con ellos, se permite hasta gastarlos. Los momentos en que se lo ve callado, escuchando con respeto y atención, transmite una sensación agradable.
Una última opinión dicha en jerga teatral y, reitero, desde un punto de vista meramente técnico: si no repitiera tanto el mismo libreto se vería obligado a descubrir y manifestar nuevos matices expresivos que incrementarían su eficacia comunicativa y hasta podría llegar a un público que actualmente le resulta esquivo. La idea de que visite jardines de infantes me parece muy desafortunada. Se lo ve obligado a una actuación muy forzada.