que dice lo siguiente:
La noticia consigna que un norteamericano que vive en Alemania parece haber sido curado del VIH después de recibir un tratamiento contra la leucemia. Buscando curar una cosa le curaron otra y lograron eliminar el virus "por accidente". La noticia ha sido recibida con gran entusiasmo por la comunidad científica internacional. Este evento tiene todos los rasgos de lo que se denomina serendipity , término que denota un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se realiza accidentalmente. Ejemplos hay muchos, y algunos de los más célebres son el descubrimiento accidental de la penicilina, por parte de Alexander Fleming, el descubrimiento de América mientras se buscaban las Indias, el súbito Eureka de Arquímedes en su bañadera, y la inspirada caída de la manzana de Newton, entre otros.
Hay algo fascinante en el hecho de que, ante la actividad humana, el mundo ofrezca hallazgos no buscados. Pareciera ser un signo de complicidad de las cosas, que en determinados momentos parecen saber mejor que nosotros lo que debemos encontrar. Se trata de la puesta en juego de una sagacidad no humana, a la que nosotros, a falta de otra explicación, denominamos suerte. Pero visto de modo más amplio, la serendipity es también un gesto feliz del mundo frente a dos hipótesis escépticas.
La primera es que no hay posibilidad real de encuentro, porque el conocimiento corre detrás de un blanco móvil, que se va alejando a medida que avanzamos, como sucede con los espejismos. Con la serendipity sucede lo inverso: se trata de la súbita aparición de un oasis en medio del desierto.
La segunda, no menos atendible, es que en el fondo nunca encontramos otra cosa que lo que ya hemos encontrado. Algunos señalan que el hombre no puede hacerse otras preguntas que las que ya se ha contestado de antemano. El propio horizonte de sentido condiciona las posibilidades de la interrogación, de manera que uno nunca pescaría otra cosa que el pescado que lleva de antemano en la caña. La serendipity se aleja de estas ideas, y entra secretamente en consonancia con la sabiduría de una línea de Heráclito: si no esperas lo inesperado, nunca lo hallarás. (En parte, porque no te será posible reconocerlo). Dicho en otros términos, se trata de desarrollar la capacidad de escucha frente a un mundo que responde, a veces, a preguntas que no se le han formulado.
Respondiendo al artículo envié al autor, a quien considero uno de los más versados columnistas de La Nación, la siguiente nota:
"Estimado Enrique,
Procurando testear una medicación contra la angina de pecho los científicos encontraron una sustancia que no produjo finalmente beneficios a los pacientes de ese mal, pero algunos de los participantes de las pruebas relataron que habían tenido un resultado positivo en otro tema. Hombres que sufrían de disfunción eréctil habían regenerado su capacidad de erección. La droga es el Sildenafil, y su nombre comercial más difundido es Viagra.
Entiendo que el sildenafil ha producido una verdadera revolución que colabora muy exitosamente en la satisfacción no solamente sexual sino también psicológica de los hombres con problemas de erección, ya sean mayores de la tercera edad-como en mi caso (75) - y aún muchos más jóvenes que no hablan del tema pero consumen sildenafil. Por extensión el efecto saludable de la droga se transmite a las parejas de quienes la consumen.
También en este caso se puede hablar de "mens sana in corpore sano"
Cordialmente,
Jorge"
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